No solo de inversiones vive el hombre, sino de toda distribución justa de la sociedad”

sábado, 7 de mayo de 2011

Nuestra Palabra, Radio Progreso, 6 de mayo de 2011


“San Pedro Sula recibe con los brazos abiertos a más de 1,300 hombres de negocios nacionales y extranjeros que se dan cita para participar en el foro “Honduras is open for Business”. El gobierno dirá al mundo que Honduras es el mejor destino de Latinoamérica para hacer negocios con reglas claras, estabilidad política, mano de obra calificada y una posición geográfica envidiable que da acceso a los mercados del mundo en menor tiempo costo y distancia”. Este era hoy uno de los titulares de un periódico nacional que expresa a la perfección una mentalidad corporativa y política que ve como tabla de salvación para el país a la inversión extranjera.
En estos meses se ha desatado una especie de “mesianismo económico” mediante el cual el gobierno y los grupos de poder esperan lograr el despegue económico y social que no se ha podido conseguir hasta la fecha. Es por eso que noticias como la del primero de mayo, la muerte de Osama Bin Laden, el problema magisterial, del bajo Aguan, el crimen organizado o cualquier otra han quedado totalmente opacadas. Se vive una euforia injustificada e irreal. Ciertamente es expresión de que la economía ha logrado imponer su hegemonía a toda la sociedad: tanto las luchas sociales como los reclamos políticos están bajo control.
Sin embargo, el hecho de que la economía se imponga de manera tan despótica no es nada bueno para ninguna sociedad pues eliminar sin ningún miramiento cualquier tipo de control social e institucional, quitar todo tipo contrapesos y balances desemboca en una guerra de todos contra todos, en un “darwinismo social” donde los más fuertes serán siempre y con toda seguridad los ganadores: “privilegiar el lucro y la competencia lleva a una dinámica de concentración de poder y riquezas en manos de pocos, lo que produce exclusión, aumenta las desigualdades y mantiene en la pobreza a una multitud de personas” (ADA, 62).
Si la democracia exige para su buen funcionamiento una radical separación e independencia de los poderes (legislativo, judicial y ejecutivo), sucede lo contrario con el funcionamiento de la sociedad: no puede darse un ruptura o imposición de ninguno de los tres ordenes sobre los demás. Es decir, que lo social, lo político y lo económico se necesitan mutuamente, tienen que articularse de manera complementaria, orgánica y constructiva.
No es ningún secreto afirmar que “algunas empresas tiene hoy día unas dimensiones desproporcionadas concentrando enorme poder y riqueza, lo que les permite definir y dictar, inclusive a los estados más poderosos, las normas económicas, comerciales y financieras en función de sus propios intereses. Tal concentración de poder distorsiona la finalidad y el funcionamiento de la economía”.
Es por esto que ante tal concentración de inversionistas, empresarios y políticos en San Pedro Sula el éxito del foro se deberá, más que a la cantidad de proyectos aprobados o a los millones que se invertirán, a la responsabilidad ética, política y empresarial para que Honduras pueda vivir con dignidad, justicia y equidad. Porque, en referencia al texto bíblico, podemos terminar diciendo que “no solo de inversiones vive el hombre, sino de toda distribución justa de la sociedad”.

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