Editorial Diario Tiempo
Casi oficialmente ha sido anunciado el regreso a Honduras del ex-presidente José Manuel (Mel) Zelaya Rosales, tentativamente el 28 de mayo, en el contexto de la negociación mediada por los presidentes de Colombia y Venezuela.
El anuncio lo ha hecho Juan Barahona, coordinador adjunto del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) desde Managua, y, una vez divulgada esa información, ha tenido el efecto de revivir la emoción popular de los días aciagos del 28-J, en que el mandatario derrocado intentó ingresar a Honduras.
Esta noticia hace suponer un avance definitivo en todos los puntos del proyecto de acuerdo entre el presidente Lobo Sosa y el ex-presidente Zelaya Rosales, merced a la gestión personal del canciller de Colombia, María Ángela Holguín, en su visita a Tegucigalpa el miércoles de esta semana.
Es probable, de acuerdo con las versiones informativas, que con el ex-presidente Zelaya Rosales venga también el grupo de ex-funcionarios de su gobierno que abandonaron el país a causa del golpe de Estado y que se sitúan en el estatus de exiliados políticos, cuya repatriación es parte del negociado de Cartagena de Indias.
Asimismo, se supone que la decisión del ex-presidente Zelaya Rosales de volver a Honduras en la fecha indicada implicaría la firma previa del acuerdo de referencia, procurado por los cancilleres de Colombia y Venezuela, así como el acompañamiento de cancilleres latinoamericanos e incluso del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.
La posible conformación de este séquito extraordinario, de alto nivel, tendría el propósito simbólico de cerrar el capítulo del golpe de Estado militar del 28 de junio/09 como un corolario latinoamericano de voluntad unificada de no permitir en el futuro gobiernos surgidos de golpes de fuerza ni de violaciones al orden constitucional.
Hay que tener presente que el golpe militar 28-J es un hecho histórico de dimensión mundial, configurado con el repudio total del sistema centroamericano e iberoamericano, lo mismo que de la comunidad internacional concernida en la Organización de las Naciones Unidas.
Como precedente, esta experiencia fue muy útil para el fracaso del intento de golpe de Estado para derrocar al presidente Rafael Correa, en Ecuador, y para la declaración de aislamiento y no reconocimiento de los regímenes de fuerza por parte de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
También el impacto del 28-J ha tenido repercusión en las relaciones intercontinentales, marcando nuevos rumbos en la interpretación del destino del mundo latinoamericano y su conducción en la esfera global. En este sentido, la historia ha superado el andamiaje hegemónico y ha abierto el paso hacia las formas más racionales y justas del americanismo original.
En el medio local, queda el reto de trabajar, en serio y a fondo, por la reconciliación nacional. Es una tarea eminentemente política que exige entrega, inteligencia y coraje. El pueblo hondureño está, por lo que se advierte, en la mejor disposición de tomar el desafío, para lo cual precisa del oportuno liderazgo.
El anuncio lo ha hecho Juan Barahona, coordinador adjunto del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) desde Managua, y, una vez divulgada esa información, ha tenido el efecto de revivir la emoción popular de los días aciagos del 28-J, en que el mandatario derrocado intentó ingresar a Honduras.
Esta noticia hace suponer un avance definitivo en todos los puntos del proyecto de acuerdo entre el presidente Lobo Sosa y el ex-presidente Zelaya Rosales, merced a la gestión personal del canciller de Colombia, María Ángela Holguín, en su visita a Tegucigalpa el miércoles de esta semana.
Es probable, de acuerdo con las versiones informativas, que con el ex-presidente Zelaya Rosales venga también el grupo de ex-funcionarios de su gobierno que abandonaron el país a causa del golpe de Estado y que se sitúan en el estatus de exiliados políticos, cuya repatriación es parte del negociado de Cartagena de Indias.
Asimismo, se supone que la decisión del ex-presidente Zelaya Rosales de volver a Honduras en la fecha indicada implicaría la firma previa del acuerdo de referencia, procurado por los cancilleres de Colombia y Venezuela, así como el acompañamiento de cancilleres latinoamericanos e incluso del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.
La posible conformación de este séquito extraordinario, de alto nivel, tendría el propósito simbólico de cerrar el capítulo del golpe de Estado militar del 28 de junio/09 como un corolario latinoamericano de voluntad unificada de no permitir en el futuro gobiernos surgidos de golpes de fuerza ni de violaciones al orden constitucional.
Hay que tener presente que el golpe militar 28-J es un hecho histórico de dimensión mundial, configurado con el repudio total del sistema centroamericano e iberoamericano, lo mismo que de la comunidad internacional concernida en la Organización de las Naciones Unidas.
Como precedente, esta experiencia fue muy útil para el fracaso del intento de golpe de Estado para derrocar al presidente Rafael Correa, en Ecuador, y para la declaración de aislamiento y no reconocimiento de los regímenes de fuerza por parte de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
También el impacto del 28-J ha tenido repercusión en las relaciones intercontinentales, marcando nuevos rumbos en la interpretación del destino del mundo latinoamericano y su conducción en la esfera global. En este sentido, la historia ha superado el andamiaje hegemónico y ha abierto el paso hacia las formas más racionales y justas del americanismo original.
En el medio local, queda el reto de trabajar, en serio y a fondo, por la reconciliación nacional. Es una tarea eminentemente política que exige entrega, inteligencia y coraje. El pueblo hondureño está, por lo que se advierte, en la mejor disposición de tomar el desafío, para lo cual precisa del oportuno liderazgo.
CORTESIA DE
