Intervenir la policía: Ya
voselsoberano.com | Lunes 07 de Noviembre de 2011 21:07
Víctor Manuel Ramos
Es indudable que estos son polvos de aquellos lodos. Con todo y las reservas que se tienen, Honduras había iniciado un lento proceso de recuperación democrática desde que la lucha popular obligó a los militares a retornar a los cuarteles, luego de que les fuera insostenible su permanencia en el poder, que utilizaron para esquilmar las finanzas del país -aún no se les han deducido responsabilidades-, que demostraron su desprecio por los derechos humanos de los hondureños -también está pendiente en estos asuntos la justicia- y el haber demostrado su incapacidad para defender soberanía nacional y la integridad de la vida y de los bienes de los hondureños –en este asunto hay que desmistificar la mentira oficial que nos ha presentado héroes de barro.. Pasos significativos fueron la subordinación de los militares al poder civil y el desgajamiento de la policía del ejército. Pero el golpe de Estado trajo nuevamente a los militares y a la policía al primer plano de intervención política, aupados por unos cuantos mequetrefes que, incapaces de lograr el favor popular para ascender a la conducción del país, acudieron a las puertas de los cuarteles para darles de nuevo el nefasto protagonismo del cual ya teníamos, como lo dije arriba, amargas experiencias.
De esa manera los militares vuelven a invadir las funciones del Estado que no les corresponden, se alían con la policía para defender el nuevo estatus que han adquirido y montan una persecución, con todo y muerte, y una represión en contra del pueblo que sale a las calles a manifestarse en contra de los atracadores del poder político por medio de las armas y la fuerza. Este reposicionamiento de la policía y de los militares les da nuevos ímpetus y se deciden a aprovechar la circunstancia para volver a las andadas y, de esa suerte, convierten a la policía en una institución penetrada por la delincuencia, incluidos: el narcotráfico, la extorsión, el asesinato, el sicariato, el robo de automóviles, el amedrentamiento de las autoridades, etc. y al ejército en una institución cuya credibilidad se pone en duda desde que se permitió que el robo de la avioneta en las mismas instalaciones de la Fuerza Aérea sin que el pueblo esté enterado de quienes son los responsables, ni porqué no se les castiga ejemplarmente. Se ha colado la información de que el viejo ministro Sr. Álvarez, cuya actuación no trajo por cierto tranquilidad al país, fue el resultado de la amenaza de amotinamiento que la policía hizo al presidente.
Es indudable que estos son polvos de aquellos lodos. Con todo y las reservas que se tienen, Honduras había iniciado un lento proceso de recuperación democrática desde que la lucha popular obligó a los militares a retornar a los cuarteles, luego de que les fuera insostenible su permanencia en el poder, que utilizaron para esquilmar las finanzas del país -aún no se les han deducido responsabilidades-, que demostraron su desprecio por los derechos humanos de los hondureños -también está pendiente en estos asuntos la justicia- y el haber demostrado su incapacidad para defender soberanía nacional y la integridad de la vida y de los bienes de los hondureños –en este asunto hay que desmistificar la mentira oficial que nos ha presentado héroes de barro.. Pasos significativos fueron la subordinación de los militares al poder civil y el desgajamiento de la policía del ejército. Pero el golpe de Estado trajo nuevamente a los militares y a la policía al primer plano de intervención política, aupados por unos cuantos mequetrefes que, incapaces de lograr el favor popular para ascender a la conducción del país, acudieron a las puertas de los cuarteles para darles de nuevo el nefasto protagonismo del cual ya teníamos, como lo dije arriba, amargas experiencias.
De esa manera los militares vuelven a invadir las funciones del Estado que no les corresponden, se alían con la policía para defender el nuevo estatus que han adquirido y montan una persecución, con todo y muerte, y una represión en contra del pueblo que sale a las calles a manifestarse en contra de los atracadores del poder político por medio de las armas y la fuerza. Este reposicionamiento de la policía y de los militares les da nuevos ímpetus y se deciden a aprovechar la circunstancia para volver a las andadas y, de esa suerte, convierten a la policía en una institución penetrada por la delincuencia, incluidos: el narcotráfico, la extorsión, el asesinato, el sicariato, el robo de automóviles, el amedrentamiento de las autoridades, etc. y al ejército en una institución cuya credibilidad se pone en duda desde que se permitió que el robo de la avioneta en las mismas instalaciones de la Fuerza Aérea sin que el pueblo esté enterado de quienes son los responsables, ni porqué no se les castiga ejemplarmente. Se ha colado la información de que el viejo ministro Sr. Álvarez, cuya actuación no trajo por cierto tranquilidad al país, fue el resultado de la amenaza de amotinamiento que la policía hizo al presidente.
El asesinato de los dos universitarios, uno de ellos el hijo de la Rectora de la UNAH, vino a destapar la olla de porquería que se cocinaba en todas las postas de la policía en la capital y en todo el país y en los cuarteles. La respuesta oficial no ha contado con la energía y la contundencia que requiere tan espinoso asunto, dada la tibieza con que actúa el gobierno que evade una intervención para sanear a la policía y al ejército. A esto hay que sumar la actuación tampoco convincente del Ministerio Público y del Poder Judicial, pues muchos fiscales y jueces parecería que son parte de la trama delincuencial que agobia al país, mientras el resto se siente amenazado por los forajidos que, sálvese quien pueda, se encuentran precisamente en el seno de la policía y del ejército.
La Universidad ha adoptado una posición loable. Ha vuelto por sus fueros. Quiere recuperar el prestigio que siempre la cubrió cuando estuvo, lanza en ristre, siempre dispuesta a defender al pueblo en contra de las actuaciones represivas de los gobernantes. El mejor logro que puede presentar la UNAH al pueblo de Honduras, vilipendiado y engañado, es aclarar, de una vez por todas, hasta que punto el ejército y la policía son parte integrante del crimen que nos tiene manos arriba. En eso debe contar con el apoyo de todos los hondureños sin distingo de color político, pero, por afinidad, de los estudiantes universitarios, de los profesores y de todo el personal. No sigamos esperando que un chapulín colorado venga en nuestro rescate.
CORTESIA VOS EL SOBERANO
