Depuración en la policía
voselsoberano.com | Miércoles 02 de Noviembre de 2011 10:33
Editorial Diario Tiempo
Ayer arrancó la “operación relámpago”, una acción conjunta de la policía y las fuerzas armadas, para combatir la criminalidad y dar seguridad a la población en todo el territorio nacional.
Esta operación policial-militar es ejecutada con un mando bicéfalo, entre pares de la policía y de las fuerzas armadas, aunque se supone que el mando se unifica en el Ejecutivo, ya que el presidente Lobo Sosa ha asumido directamente la conducción de las políticas de seguridad nacional, en este caso en su doble condición de jefe de Estado y comandante general de la entidad castrense.
Tal como fue anunciada la “operación relámpago”, sus características y dimensión semejan una “blitzkrieg”, o sea, en lenguaje bélico, una ofensiva arrolladora contra el enemigo, en este caso los delincuentes comunes y organizados, utilizando todos los medios disponibles y la superioridad táctica y estratégica.
El calificativo “relámpago” implica vivacidad, rapidez, sorpresa, instantaneidad, por lo que se deduce que esta operación será efímera, con predecible resultado, ya que inicialmente fue anunciada como recurso mediático para calmar la indignación y reclamo nacional por la falta de protección por parte del Estado y por la indefensión en que se halla la nación hondureña.
En guerra avisada no hay muertos, dice el refrán. Pero la sabiduría popular no se queda allí, sino que percibe mucho más de lo que imagina el binomio de la seguridad, vale decir la policía y la entidad militar, que tiene en su haber el poder en el Estado, por encima de la ilusión del poder civil, como se ha desvelado merced al escándalo en torno al asesinato de los jóvenes universitarios.
Entonces, nuestra gente, con suficiente sentido común, comprende que el combate a la criminalidad, sobre todo la criminalidad organizada, debe empezar en el interior de los organismos de seguridad del Estado, en el binomio de la seguridad, para desbaratar la peor de las delincuencias, o sea la criminalidad institucional.
La lógica, por elemental que ésta sea, del razonamiento popular, de la colectividad nacional, es que la “operación relámpago” debió comenzar en el vientre estatal, con la depuración y reestructuración a fondo de los cuerpos de seguridad y la transformación del sistema. La gente, en su sencillez, ahora teme más al poder público que a la delincuencia común.
Por lo general nuestros “analistas” políticos se quedan en las ramas, sin intención de llegar a la raíz de los grandes problemas de nuestra sociedad, como sucede en el caso de la inseguridad nacional. Reducen la solución a la depuración de la policía, desde la cúpula hasta la base, pero sin incluir a todo el andamiaje de la defensa y la seguridad nacional, que es la infraestructura primordial.
Asimismo, no logran incorporar el hecho de que existe un entrelazamiento entre la criminalidad institucional y el narcotráfico, el tráfico de armas, el tráfico de personas y las maras, que, en conjunto, forman, de hecho, la criminalidad organizada. Aunque este cuadro parezca una exageración, así de grave es la situación.
Estamos, por consiguiente, en la antesala del Estado fallido. Hay zonas de nuestro país, municipios completos, barrios de las principales ciudades, bajo el control efectivo de las organizaciones criminales. Eso indica que la nación está indefensa y el Estado, minado por la corrupción, ha perdido el control institucional.
Es allí, en ese campo y en esa dimensión, donde habría que centrar la depuración, precisamente con una “operación relámpago”.
Noviembre 02, 2011 CORTESIA VOS EL SOBERANO
Esta operación policial-militar es ejecutada con un mando bicéfalo, entre pares de la policía y de las fuerzas armadas, aunque se supone que el mando se unifica en el Ejecutivo, ya que el presidente Lobo Sosa ha asumido directamente la conducción de las políticas de seguridad nacional, en este caso en su doble condición de jefe de Estado y comandante general de la entidad castrense.
Tal como fue anunciada la “operación relámpago”, sus características y dimensión semejan una “blitzkrieg”, o sea, en lenguaje bélico, una ofensiva arrolladora contra el enemigo, en este caso los delincuentes comunes y organizados, utilizando todos los medios disponibles y la superioridad táctica y estratégica.
El calificativo “relámpago” implica vivacidad, rapidez, sorpresa, instantaneidad, por lo que se deduce que esta operación será efímera, con predecible resultado, ya que inicialmente fue anunciada como recurso mediático para calmar la indignación y reclamo nacional por la falta de protección por parte del Estado y por la indefensión en que se halla la nación hondureña.
En guerra avisada no hay muertos, dice el refrán. Pero la sabiduría popular no se queda allí, sino que percibe mucho más de lo que imagina el binomio de la seguridad, vale decir la policía y la entidad militar, que tiene en su haber el poder en el Estado, por encima de la ilusión del poder civil, como se ha desvelado merced al escándalo en torno al asesinato de los jóvenes universitarios.
Entonces, nuestra gente, con suficiente sentido común, comprende que el combate a la criminalidad, sobre todo la criminalidad organizada, debe empezar en el interior de los organismos de seguridad del Estado, en el binomio de la seguridad, para desbaratar la peor de las delincuencias, o sea la criminalidad institucional.
La lógica, por elemental que ésta sea, del razonamiento popular, de la colectividad nacional, es que la “operación relámpago” debió comenzar en el vientre estatal, con la depuración y reestructuración a fondo de los cuerpos de seguridad y la transformación del sistema. La gente, en su sencillez, ahora teme más al poder público que a la delincuencia común.
Por lo general nuestros “analistas” políticos se quedan en las ramas, sin intención de llegar a la raíz de los grandes problemas de nuestra sociedad, como sucede en el caso de la inseguridad nacional. Reducen la solución a la depuración de la policía, desde la cúpula hasta la base, pero sin incluir a todo el andamiaje de la defensa y la seguridad nacional, que es la infraestructura primordial.
Asimismo, no logran incorporar el hecho de que existe un entrelazamiento entre la criminalidad institucional y el narcotráfico, el tráfico de armas, el tráfico de personas y las maras, que, en conjunto, forman, de hecho, la criminalidad organizada. Aunque este cuadro parezca una exageración, así de grave es la situación.
Estamos, por consiguiente, en la antesala del Estado fallido. Hay zonas de nuestro país, municipios completos, barrios de las principales ciudades, bajo el control efectivo de las organizaciones criminales. Eso indica que la nación está indefensa y el Estado, minado por la corrupción, ha perdido el control institucional.
Es allí, en ese campo y en esa dimensión, donde habría que centrar la depuración, precisamente con una “operación relámpago”.
Noviembre 02, 2011 CORTESIA VOS EL SOBERANO