Depuración policial

lunes, 31 de octubre de 2011

Depuración policial

Edmundo Orellana
La depuración policial es impostergable. El asesinato de dos universitarios, ambos jóvenes promesas del país, miembros de dos honorables familias, a manos de oficiales de policía, pone al descubierto la real situación de esta institución.
¿De cuántos crímenes más serán responsables éstos u otros policías?
Desde hace mucho tiempo existe la sospecha de que policías están involucrados en el sicariato y en otras actividades delictivas. El anterior ministro de Seguridad, de regreso de un viaje de Estados Unidos y después de reunirse con la Secretaría de Seguridad Interna de ese país, no se anduvo por las ramas y denunció que la policía había sido contaminada por el crimen organizado y que era urgente depurarla. Es evidente que algo le advirtieron en ese país. Pero en el nuestro, por respuesta obtuvo la destitución.
La sospecha del pueblo y la denuncia del ex ministro se convirtieron en un hecho incontrovertible. El mismo Ministro de Seguridad actual declaró oficialmente que se están investigando a policías por el abominable crimen.
El Presidente de la República por fin tomó decisiones al respecto. Pero resulta altamente preocupante que guarde silencio sobre la depuración policial, cuando debe ser parte ineludible de cualquier estrategia de seguridad después de conocerse la responsabilidad de policías en ese nefando crimen.
Eludir este tema es propiciar la impunidad. Porque nadie duda hoy que hay más agentes policiales dedicados a lo mismo en todo el país, gozando de impunidad.
Cuando es la misma policía la que se convierte en un peligro para población, la sociedad está totalmente desprotegida. Por eso hay que evitar que el problema siga creciendo al interior de la policía y este es el momento propicio para ello.
Los buenos policías, aquellos que se dedican con responsabilidad a la protección de la ciudadanía, son los más interesados, seguramente, en que la depuración comience sin demora. Saben que la impunidad que ha protegido hasta ahora a esos delincuentes uniformados, los ha salpicado de deshonor y ha marcado a la institución.
En cambio, los malos policías, que entraron a la institución a delinquir -que esperamos no sean muchos- están cerrando filas para que la investigación no prospere o, como ya han denunciado los fiscales, se preparan para atentar contra quienes los investigan.
Con la depuración todos ganamos y el crimen pierde. ¿Por qué, entonces, el gobierno elude el tema?
Concentrar los esfuerzos policiales en “áreas calientes”, reorganizar la composición policial para enfrentar el crimen o aumentar el número de agentes, forma parte de una estrategia aceptable, pero nada se logrará si no se acompaña con un proceso de depuración que incluya el fortalecimiento de la unidad de asuntos internos de la policía, el apoyo incondicional a las investigaciones que se realicen sobre la conducta de los policías. La revisión de los procesos de capacitación policial y el castigo para quienes han deshonrado el uniforme.
El Presidente no debe vacilar sobre la depuración ni postergarla. Debe ser prioridad de primer orden, porque hoy la policía es parte del problema de la inseguridad en nuestro país.
Señor Presidente: su indecisión puede condenar a muerte a más hondureños. Este es el momento, señor Presidente. Mañana podría ser muy tarde.
http://www.latribuna.hn/2011/10/31/depuracion  CORTESIA VOS EL SOBERANO

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