Lobo: Un gobierno de pobreza, impuestos y entreguismo
voselsoberano.com | Sábado 06 de Agosto de 2011 13:59
Oscar Moncada Buezo
“Vi humillada en el polvo la bandera, extinguida la hoguera del patriotismo, alzados los protervos, hundido el pueblo en vergonzosas cuitas, las águilas proscritas por una banda de voraces cuervos” Juan Ramón Molina
Es una lástima que Honduras continúe en su vertiginosa caída, hasta convertirse en la nación más pobre de América, fenómeno que ocurre por obra y gracia de una sociedad indolente y permisiva, y de una clase política títere, carente de anhelos superiores y del talento necesario para llevarnos a mejores condiciones de vida; evidente realidad que convierte poco a poco a nuestros ciudadanos, en seres taciturnos y sombríos, porque en el fondo de nuestros corazones, cada vez dudamos más de la viabilidad y sostenibilidad a mediano plazo del Estado hondureño, en tanto no despertemos, y en tanto la clase dirigente persista en su incompetencia, mala fe y corrupción, al extremo de involucionar a nuestra sociedad.
Más allá de la candidez irracional y un cierto estado de negación de la realidad en que vive nuestra clase media, [reclamada por la historia para dirigir, desarrollar y transformar las sociedades, como moderador entre los intereses y caprichos oligárquicos y las explosividades de las mayorías pobres] en razón del consumismo que nos idiotiza, la verdad es que si antes habíamos perdido identidad y autoestima, muy evidente en el trato que damos a lo extranjero, hoy vemos extinguirse despacio nuestra capacidad de asombro y rebelión ante el abuso. Siempre fuimos humildes y pobres, pero alegres, sin embargo hoy, de a poco se consume nuestro espíritu de nación, el honor, y lo grave, la virilidad, última instancia que hace a un pueblo reaccionar.
Infelizmente, el golpe de Estado exacerbó nuestra ya caótica situación. Así, con la excepción de los que beneficiaron su economía, por robar, corromperse y matar, - como los instigadores y ejecutores del mismo – y los que recibieron paga por su deshonor y su mala sangre, francamente, que la asonada nos afectó a todos, sin excepción. Ni los primeros, ni los que lo apoyaron materialmente, por ignorancia o solidaridad de clase, jamás imaginaron las terribles consecuencias económicas, políticas y sociales que sobrevendrían; los blanquitos no ganaron nada, más que una palmadita en la espalda por su triste papel de loras; y, finalmente, quienes nos opusimos, tampoco conseguimos nada, más que la confirmación de la clase de país en que vivimos, además de desencantos, rabietas, la pérdida de algunos amigos y algún grado de estigmatización.
El hecho es que, todos fuimos culpables y hoy debemos pagar las consecuencias, porque los errores se pagan caro. Así, suscribimos la responsabilidad de sostener a un gobierno absolutamente malo e incompetente, tan pernicioso para el pueblo, que nos preguntamos en qué carajo pensábamos, cuando por indignidad desistimos de apoyar la farsa electoral montada por los mismos golpistas y por los norteamericanos, en su afán de conservar su influencia en su traspatio. Se vale equivocarse, pero en este caso nuestra falla fue demencial, porque abríamos la caja de pandora, al permitir la instalación del PN, quienes deben haber reído a placer ante la torpeza liberal, revistiéndose de tal poder absoluto, que hoy sólo queda lamentarlo. No juzgo a nadie; infortunadamente las cartas estaban echadas y había poquísimas opciones, sin embargo, hizo falta un liderazgo inteligente, calculador y de sentido práctico; la voz del pueblo no fue nunca la voz de Dios por esos días.
Hoy, a sólo 18 meses de tomar el poder, con poca, o nula legitimidad, puesto que tal condición proviene del masivo apoyo nacional, del reconocimiento internacional, y de la limpieza, libertad e idoneidad del proceso electoral, y no de la escandalosa minoría que les escogió en elecciones, cuyos detalles deberían abochornarnos, los nacionalistas se encuentran a sus anchas, dedicados a ejercer un poder unipolar, al servicio de la oligarquía, tal y como ha sido su costumbre.
Mientras prestigiados economistas; Joseph Stiglitz, ex vicepresidente del Banco Mundial y Premio Nobel de Economía, y aún el depuesto director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, quien reconoció la obsolescencia de algunos dogmas de la institución, argumentan que las políticas del “Consenso de Washington” deben revisarse, especialmente en los países pobres, [liberalización de los tipos de interés y de cambio, liberalización del comercio, de los mercados y de los flujos de capital, reformas fiscales, disciplina del gasto público, privatizaciones y desregulación laboral] el gobernante PN decidió acelerar nuestro empobrecimiento, al aplicarnos irreflexivamente, primero, sus dos paquetes fiscales consecutivos, y, últimamente, nos estafan al imponernos su bendita tasa de seguridad, ciertamente una extorsión descarada, para luego devaluar el Lempira con el engañoso argumento de la banda cambiaria.
Atrás quedaron la suplantación de nuestro Código Laboral, disfrazándolo como Ley de Empleo Temporal, la eliminación de la Ley de Participación Ciudadana, la devolución de las fabulosas ganancias a los importadores de petróleo, la insólita licitación para compra de energía eléctrica con privatización de nuestros ríos por 40 años, la amnistía para los culpables del golpe, la desbocada carrera presidencial de cuatro de sus más importantes funcionarios y otra serie de boludeces que a ellos encantan. Hacia adelante todavía debemos soportarles la entrega inconstitucional de nuestro suelo, mediante el fabuloso negocio de las ciudades modelo, con traición a la patria incluida, el que ningún país civilizado se atrevía a realizar, hasta que aparece Honduras, nación paria y ramera dispuesta a experimentarlo.
Existen verdades incontrastables que, según conveniencia de pocos, deben callarse porque dividen. Sin embargo, son la esencia de la educación política de los pueblos, y deben machacarse; es la natural fragmentación social y el deseo de posesión lo que mueve a la humanidad y determina su progreso, así ha sido siempre, así está escrito y así debe ser; cada quien por lo suyo y con los suyos. Es asunto de intereses y allí radica el juego democrático. Por ello es obligado aceptar y oportuno mencionar, que mientras los hondureños carezcamos de una clara conciencia de clase y un sentido de ubicuidad social, los pobres y la clase media seguiremos votando a ciegas y erróneamente apoyando a aquellos que ven en nosotros no más que un número y un medio para obtener lo propio. ¡Que vivan los que no siendo como ellos eligieron a los nacionalistas, merecen lo que sufren!
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CORTESIA VOS EL SOBERANO