La lucha indígena, una fuente de esperanza
voselsoberano.com | Lunes 08 de Agosto de 2011 11:06
Nuestra Palabra, Editorial Radio Progreso
Se habla que en el planeta habitan cerca de 400 millones de personas que conforman los pueblos originarios. Estos pueblos han sido tradicionalmente marginalizados en sus propios territorios, o expulsados violentamente de los mismos, atropellados en todos sus derechos, y no pocas veces utilizados para exhibirlos como productos exóticos.
Son pueblos empobrecidos, a pesar de asentarse en territorios ricos y diversos, y los que no han sido expulsados, en este tiempo de reacomodamiento económico, son un estorbo y tienen que ser expulsados de sus tierras como condición para explotar los bosques, el agua, la tierra, los otros recursos minerales, e incluso el aire. Los pueblos originarios en general, son sociedades que tienen altas tasas de mortalidad infantil, bajo acceso a la educación y la salud y bajas expectativas de vida.
El 1995, Honduras ratificó el Convenio número 169 que garantiza la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y negros. Nuestro país cuenta, además, con una Fiscalía Especial de Etnias y Patrimonio Cultural, y recientemente fue creada la secretaría de Desarrollo de los Pueblos Indígenas y Afrohondureños y Políticas de Igualdad Racial. Sin embargo, el asunto no es de leyes, sino de voluntad y decisiones políticas. Mañana 9 de agosto, no faltarán celebraciones oficiales en el día Internacional de las poblaciones indígenas. Pero, en Montaña Verde, en la Mosquitia o entre las tribus topulanes, la celebración no llegará.
Con todo, existen signos hermosos como las protestas encabezadas por los copines en las calles capitalinas que culminaron con negociaciones en Casa Gobierno que arrancaron compromisos para los pueblos y territorios lencas, sin que la lucha se agote en esas negociaciones, como lo han afirmado las acreditadas voces del Copinh.
Sin duda, los pueblos indígenas u originarios tienen grandes retos en su camino por hacer valer sus derechos, entre los cuales su derecho a no aceptar el desarrollo, entendido como crecimiento desde la lógica depredadora del capital.
Nada puede estar por encima de la dignidad y la vida de los pueblos originarios y sus culturas, y para alcanzarlas los pueblos indígenas y negros lo dicen con mucha precisión: solo la armonía entre los pueblos entre sí y con la naturaleza nos conduce a la justicia y a la paz, y solo transformando el trillado concepto capitalista del desarrollo por procesos de equidad, productivos, educativos, ambientales, políticos y culturales, lograremos relaciones sostenidas en el “buen vivir”.
Se habla que en el planeta habitan cerca de 400 millones de personas que conforman los pueblos originarios. Estos pueblos han sido tradicionalmente marginalizados en sus propios territorios, o expulsados violentamente de los mismos, atropellados en todos sus derechos, y no pocas veces utilizados para exhibirlos como productos exóticos.
Son pueblos empobrecidos, a pesar de asentarse en territorios ricos y diversos, y los que no han sido expulsados, en este tiempo de reacomodamiento económico, son un estorbo y tienen que ser expulsados de sus tierras como condición para explotar los bosques, el agua, la tierra, los otros recursos minerales, e incluso el aire. Los pueblos originarios en general, son sociedades que tienen altas tasas de mortalidad infantil, bajo acceso a la educación y la salud y bajas expectativas de vida.
El 1995, Honduras ratificó el Convenio número 169 que garantiza la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y negros. Nuestro país cuenta, además, con una Fiscalía Especial de Etnias y Patrimonio Cultural, y recientemente fue creada la secretaría de Desarrollo de los Pueblos Indígenas y Afrohondureños y Políticas de Igualdad Racial. Sin embargo, el asunto no es de leyes, sino de voluntad y decisiones políticas. Mañana 9 de agosto, no faltarán celebraciones oficiales en el día Internacional de las poblaciones indígenas. Pero, en Montaña Verde, en la Mosquitia o entre las tribus topulanes, la celebración no llegará.
Con todo, existen signos hermosos como las protestas encabezadas por los copines en las calles capitalinas que culminaron con negociaciones en Casa Gobierno que arrancaron compromisos para los pueblos y territorios lencas, sin que la lucha se agote en esas negociaciones, como lo han afirmado las acreditadas voces del Copinh.
Sin duda, los pueblos indígenas u originarios tienen grandes retos en su camino por hacer valer sus derechos, entre los cuales su derecho a no aceptar el desarrollo, entendido como crecimiento desde la lógica depredadora del capital.
Nada puede estar por encima de la dignidad y la vida de los pueblos originarios y sus culturas, y para alcanzarlas los pueblos indígenas y negros lo dicen con mucha precisión: solo la armonía entre los pueblos entre sí y con la naturaleza nos conduce a la justicia y a la paz, y solo transformando el trillado concepto capitalista del desarrollo por procesos de equidad, productivos, educativos, ambientales, políticos y culturales, lograremos relaciones sostenidas en el “buen vivir”.
CORTESIA VOS EL SOBERNO